Esta música me hace recordarte
Hace unos años, al entrar en la biblioteca del Dto. de Antropología Social y Cultural de la Universidad de Sevilla, me topé con alguien a quién creí conocer desde bastante tiempo antes. No me corté, se lo pregunté, así de sopetón. Ella me dijo que no, que no nos conocíamos, pero que hacía tiempo que le habían hablado de mi y precisamente antes de entrar en la estancia, mi mujer le había comentado que igual aparecía por allí, y se había esperado hasta que ella cerrara la biblioteca.
Unas cuántas cervezas y tapas más tarde, comenzamos a hablar de Las 9 Revelaciones un libro que había caído en sus manos, y que en su primer capítulo hablaba precisamente de lo mismo que acababa de decir yo.
¿Y qué había dicho?
"No creo en las casualidades, si por alguna razón ocurre algo, es porque tenía que ocurrir, porque, cómo dice Paulo Coelho 'el universo conspira para que ocurra'"
La frase de Coelho no es así, pero bueno, de algo tiene que servir la libre interpretación, ¿no?
Años más tarde, me ocurrió casi lo que al protagonista de "Las nueve revelaciones" al comienzo del libro, fue curioso, porque me monté en un tren que se suponía que no iba a partir por mor de una huelga ferroviaria, porque no tenía billete para ocupar un asiento, no había terminado de colocar mis cosas en la bandeja superior cuándo el sonido que avisa que las puertas se iban a cerrar nos llenó a todos de esperanzas de que realmente el tren se ponía en marcha. Entonces ocurrió algo.
Las puertas no se terminaron de cerrar, alguien había metido algo más que una pierna y conseguido que por un momento, se abrieran para poder subir. Era un tipo alto, delgado, con una pequeña mochila a la espalda y un jersey atado a la cintura, que en un primer momento me dio la espalda, pero, cuándo se volvió...
Cuándo se volvió creo que el bagón entero asistió a un complejo reencuentro, porque conocía, conozco, al tipo que casi no coge el tren, fui hacia él, él vino hacia mí, parecíamos una pareja reencontrándose, no dos amigos que no se veían desde hacía demasiado tiempo, nos fundimos en un abrazo cálido, hicimos que mis compañeras de viaje se preguntaran quién era aquél tipo singular que les había arrebatado el asiento para poder charlar amigablemente conmigo. En aquél instante supe algo, pero esperé a que él me diera la noticia, y esperé, y esperé...
Creo que aquél día nos pusimos al día de muchas cosas, dejamos otras para otro encuentro en la vida, él se apeó en Bobadilla, yo iba a Málaga, los dos íbamos casi de paso, casi de puntillas por caminos distintos que de cuándo en vez se entrecruzaban, que se entrecruzarán, de eso no tengo la menor duda. Él acababa de dar un paso distinto, un paso que le ha encaminado por otro sendero, del que por cierto, no estaba tan alejado, aunque no lo sabía.
No sé cuándo volveré a verle, sé que le veré, y que no pasará tanto, sé que cuándo lo haga, quizá hablemos de la decima revelación, y probablmente ninguno de los dos la llame por ese nombre, seguramente ni siquiera seremos conscientes de ello/ella, aunque cómo en tantas otras ocasiones estará ahí, no a la manera en que la cuenta James Redfield, quizá porque cada uno de nosotros tiene su verdad, y esas verdades son tan verdad cómo la verdad absoluta, de la que manan todas.
Te espero a la vuelta de esta esquina que es la vida, Jose.
Un saludito
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